Ya saben, lo de siempre : Rorouni Kenshin NO es mío, ni tengo Ningún deecho sobre los personajes de Watsuki-sama.

Asiyah, Mei Lin, Huen, Xian, etc,  es decir quienes nacieron de mi pluma, sin embargo sí son de mi propiedad

 

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Las últimas semanas pasaron en una vorágine de sucesos, viajes, informes... y acción.

 

Ahora que Mei Lin sabía quien y que era, y porqué estaba unida a Enishi, ésta se había convertido en la devota servidora, confidente, y extrañamente, la única amiga que Asiyah tenía en el reino humano. Irónicamente, Asiyah había terminado aficionándose a los humanos, aún a pesar de que poco tiempo antes había negado ante Tomoe que tal posibilidad existiera.

 

El cambio entre ambas mujeres había sido tan notorio que era la comidilla del resto de los habitantes de la casa.

 

Enishi realmente no sabía si respirar aliviado ante el cese el fuego entre aquellas dos terribles féminas, o si preocuparse por su actual alianza, que seguramente lo pondría en situaciones complicadas en más de una oportunidad en su futuro próximo.

 

Finalmente, el hombre de Shishio al que Enishi comprado sus servicios había adelantado su viaje a causa del inicio anticipado del plan del demonio.

 

El nombre del nuevo asociado de Enishi era Gein. El sujeto no constituía ninguna amenaza, en ningún sentido. Si alguna vez tenía la peregrina idea de intentar traicionarlo, Enishi simplemente barrería el piso con el individuo en pocos minutos. Y ella no detectaba nada que pudiera relacionarlo con hechicería o la magia en general.

 

Las noticias que el hombre trajo del continente seguramente no habían sido buenas para Enishi, porque en el ataque de furia subsiguiente había despedazado minuciosamente la mayoría de los muebles de la cabaña de la isla en donde habían llevado a cabo la reunión, talando gran parte de los árboles circundantes también a golpes de espada.

 

Tres días había sido el tiempo que le había tomado a Enishi ser capaz de hablar de las noticias sin estallar en un ataque de furia irreprimible que le impidiese expresarse de una manera en que Asiyah pudiera entenderlo.

 

Aún recordaba la conversación.

 

 El gobierno Meiji había buscado la ayuda de Battousai para enfrentar a Shishio.

 

-         ¡No puedo creer que esa maldita momia vaya a robarme mi justicia! ¡Y con mis propias armas!

-         Tranquilízate... Supongamos que Shishio acaba con Battousai. Tu venganza se habría llevado a cabo de todas formas. Porque sería, como dices con tus armas... Y el gobierno Meiji también habría pagado por sus crímenes.

 

Aunque Asiyah sabía que sus palabras ocasionarían un nuevo ataque de rabia en su pareja, no podía dejar de pensar que aquella sería una excelente oportunidad para librarse del tan temido viaje a Japón.

 

-         ¡No puedo creer que de todas las personas justamente seas tú la que me diga esto! ¡Pensé que entendías!

-         Sé que no es lo mismo... solo trato de darte otra visión del asunto... En definitiva, no ganaremos nada enfureciéndonos, hasta que esto se resuelva.

-         No hay manera de que Shishio pierda. Y eso significa que Battousai se escapará una vez más de la justicia.

-         Lo importante es que muera.

-         ¡No! Lo importante es que sufra, y que conozca en su carne lo que ha hecho sufrir a otros. No estoy particularmente interesado en su muerte física. Sólo quiero enviarlo al infierno mientras vive, para que se pudra en su propio dolor... Que sea ese dolor el que lo mate, no una espada. Y si Shishio lo mata, no existirá tal oportunidad. ¡Morirá creyendo que sigue salvando a Japón, en vez de enfrentarse con el hecho de que es un maldito demonio asesino! Una muerte así es solo un instante de dolor,  y no deseo que tenga la bendición de un sufrimiento tan breve.

 

Asiyah estaba asombrada ante la intensidad feroz, casi insana del odio de Enishi. No era nada nuevo para ella que él fuese tan extremo en el asunto. Después de todo, todas las cosas terribles en las que se había embarcado hasta llegar a aquel punto habían sido motivadas por ese mismo odio. Sin embargo, a medida que Enishi obtenía más datos acerca del paradero de Battousai, y por ende veía acercarse el momento del enfrentamiento final, ese sentimiento trepaba a alturas cada vez más salvajes, tornándose casi inmanejable.

 

Ella misma también fue blanco de su frustración, particularmente durante las sesiones de entrenamiento de los días siguientes al encuentro con Gein, durante las cuales no dejaba pasar uno solo de sus errores, sin recibir una dolorosa corrección del mismo.

 

No era que las sesiones antes de las noticias traídas por señor Gein hubiera diferido mucho con las recibidas después.

En honor a la verdad el tratamiento de Enishi era bienvenido pues uno no esperaba amabilidades de un atacante, sobre todo si pretendía acabar con uno, así que aunque duro, y a veces al extremo, éste era beneficioso, porque la mantenían atenta a los ataques y su técnica de defensa mejoraba considerablemente. De hecho, tal tratamiento la acercaba más a lo que hubiera sido un ataque real con un verdadero enemigo. Por lo tanto, nunca se había quejado por ese asunto.

 

De todas maneras, él no dejaba de “compensarla” de alguna manera cuando notaba que su irritación o malhumor caían demasiado injustamente sobre ella.

 

Aunque Enishi  no lo mencionaba, se hallaba particularmente agradecido por la paciencia de Asiyah, que mantenía silencio ante sus ataques de ira ante el menor estímulo y los soportaba sin jamás entrar en una pelea o discusión con él. Ese era un comportamiento notable en ella, que solía enfrentarlo cuando consideraba que había traspasado los límites de lo razonable, y Enishi no había dejado de tomar nota del hecho.

 

Finalmente, él había  “premiado” su paciencia permitiendo que lo acompañara a Mongolia sin la discusión inevitable que Asiyah esperaba después de la charla en la biblioteca. Viajaron solos, y ella tuvo que vestirse como un jovencito para pasar desapercibida.

 

Pero ni siquiera el viaje y el “trabajo” para Xian habían logrado que descargara su rabia por completo... Se habían “encargado” de la “situación” de manera... satisfactoria, tras lo cual se reunieron con sus “parientes” Yinn.

 

Lo que encontraron allí la tomó totalmente por sorpresa. Por lo que sabía, era un clan aislado y hostil, sin embargo al detectar a Enishi, los recibieron inusualmente bien. En realidad, él fue el bien recibido  y no ella, por su pertenencia al clan de Oste, ante la sorpresa de ambos, particularmente la de Enishi, que tenía cierta desconfianza hacia aquellos seres, nacida de sus experiencias previas con ellos (especialmente con su actual pareja) y de su conocimiento de cuan complicados y escurridizos eran.

 

En apariencia, aquellos Yinn hacia siglos que esperaban a  que el Gran Tigre los visitase y reclamase su propiedad.

Por lo visto, muchas cosas eran ignoradas dentro de su propia gente... La hostilidad de aquellos “parientes” hacia la gente de los clanes del Este y Oeste era muy marcada, aunque nunca pudo averiguar a que se debía.

De hecho, las cosas eran tan diferentes a lo que ella conocía que en este clan, el trato entre varones y mujeres era prácticamente igualitario, y la organización social era completamente desconocida para Asiyah.

 

Consiguieron el libro sin problemas.

De hecho, Enishi (y no ella) consiguió el libro sin problemas.

 

O casi.

 

Él se las vio en figurillas para no incurrir en la ira de los Yinn, que deseaban que abandonara a Asiyah y tomara una nueva consorte de entre ellos.

 

Finalmente, logró convencerlos de que si encontraba alguna falta en Asiyah, volvería a reconsiderar el ofrecimiento, y como ellos estaban convencidos de que Asiyah seguramente fallaría como compañera de la bestia, finalmente aceptaron, aunque a regañadientes.

 

En definitiva, aquel incidente había servido para aliviar la tensión en él, que hasta se había permitido bromear sobre la situación. De hecho, los ataques de celos que ella había intentado ocultar durante la experiencia parecían haberlo divertido mucho.

 

Gein se comunicaba regularmente, por lo que Enishi sabía que su enemigo aún seguía vivo, lo que mantenía su temperamento bajo control, aunque su ánimo volvió a oscurecerse desde el regreso.

 

En vísperas del cumpleaños de él, y cuando buscaba en el Bund[1] algún regalo para hacerle, Asiyah tuvo una experiencia curiosa.

 

Había decidido regalarle Las Mil y Una Noches, la completa y escandalosa nueva traducción al inglés del antiguo clásico persa hecha por Sir Richard Burton. Aquella edición había provocado una conmoción en la pacata sociedad victoriana por su apego a la desinhibida versión original, nacida en los caravanserrallos y por ende un producto típicamente popular, conteniendo a veces la pícara vulgaridad de las masas y su desvergüenza.

La elección no era casual, dada la cantidad de historias y referencias a los Yinn que podían hallarse a lo largo del texto, además de las completísimas notas del traductor para los lectores no familiarizados con el tema.

Definitivamente era un excelente regalo, sumamente instructivo... Además, confiaba en que él hallaría la obra más que interesante por otras razones más... sugestivas. Sonrió con el solo pensamiento...

 

Pero, cada vez que preguntaba a los amables empleados de las librerías del Asentamiento, las sonrisas desaparecían para dar paso a escandalizadas miradas y secas negativas. Ya casi estaba por darse por vencida cuando encontró una pequeña tienda de libros, que no había notado en otras inspecciones.

 

Lo que inmediatamente captó su atención era que su dueño fuese una mujer. Y que esa mujer fuese, curiosamente una elegante dama japonesa, de una belleza sutil y delicada, casi perfecta. Para su asombro, allí encontró lo que buscaba, en una lujosa edición de diez tomos forrados en cuero. El regalo perfecto.

 

-         ¡Qué extraño que Ud. tenga en sus estantes aquello que los demás desprecian y nunca ofrecerían a sus clientes!

-         Estamos para servir, no para cuestionar sus gustos.- contestó la mujer- Aunque debo decir que no es habitual que una dama como Ud. busque estos libros en tales versiones...

-         ¡Oh! Es un regalo...

-         Debe ser alguien muy especial para que se tome esta molestia y además soporte las miradas de cuestionamiento sobre su moralidad y los comentarios de reproche que seguramente habrá recibido.

-         Definitivamente lo es... - Asiyah sonrió ante el pensamiento

-         Su esposo, debo suponer, porque el texto es un tanto... atrevido para regalarlo a un prometido... o un simple amigo

-         No es exactamente... – Asiyah enrojeció y se preguntó a sí misma porque estaba dando aquella información tan íntima.

-         Ama... es tarde... – le llamó la atención Mei Lin, que como siempre la acompañaba cuando Enishi no lo hacía. Asiyah agradeció mentalmente la intervención de la vieja mujer, que la había salvado de una situación embarazosa.

 

Aunque su carruaje era fácilmente identificable como pertenencia de un miembro importante de las Tríadas y era poco probable que alguien osara molestarlas, siempre era recomendable tomar precauciones.

 

-         Ah... Un momento, señora... Tengo algo para Ud. Considérelo como un regalo por su primera compra con nosotros. Es un nuevo título que acaba de ser publicado en Europa. Estoy segura que lo hallará muy interesante.

-         No es necesario que...

-         Por favor, acéptelo como cortesía de la casa...

 

Finalmente, Asiyah tomó el libro que le ofrecía la dama, mientras Mei Lin acarreaba el voluminoso paquete con el obsequio para Enishi.

Estaba tan distraída inspeccionando su propio regalo, un texto llamado Moby Dick [2]que al salir de la pequeña tienda chocó de frente con otra persona.

 

-         Oh lo siento... ¡qué torpe que...! ¡Lady Milton!- exclamó al reconocer a la compañera inseparable de la esposa del cónsul británico, Lady Berry.

 

Miró sobre el hombro de la inglesa, mientras trataba de ayudarla a recomponerse después del fuerte topetazo, esperando ver a la vieja arpía salir de algún oculto rincón con alguno de sus ácidos comentarios. Pero aquello no sucedió, para su sorpresa. La dama sólo iba acompañada por su doncella y un criado.

 

-         ¡Qué extraño verla sola! ¿Acaso Lady Berry esta enferma?

-         Es muy desagradable que haga gala de su crueldad hacia los pobres Berry, pero no es de extrañar proviniendo de gentuza de su calaña... Difamar así a la gente honorable... ¡Provocar semejante tragedia! ¡Deberían echarlos fuera del Asentamiento!

-         ¡Madame, por favor, por favor, no diga más nada antes de que sea tarde!- la criada se aferró de las mangas del vestido de su ama inglesa

-         ¡No! No tengo miedo a lo que estos... bárbaros incivilizados puedan hacerme.

-         Ama, vámonos... - imploró Mei Lin, quien miraba con no poca desesperación hacia los lados.

 

Asiyah se encontraba confundida. No sabía a que se refería Lady Milton, pero lo que sí sabía es que estaban llamando la atención. Y aquello no era bueno. Así que aunque la opción de hundirse en el carruaje y alejarse de la furibunda dama británica sin explicaciones adecuadas no le resultaba agradable, era la opción más razonable.

 

-         No entiendo acerca de que hablaba esa mujer... –murmuró ya regresando hacia la mansión.

-         Lord Berry se disparó en la cabeza mientras los amos estaban de viaje en Mongolia. Lady Berry sufrió un colapso nervioso y fue trasladada a Inglaterra.

 

Asiyah se puso pálida ante aquellas noticias. Un mal presentimiento se asentó en su estómago.

 

-         Cuéntame que sucedió.

-         Nadie sabe exactamente lo que pasó, pero lo que sí se sabe es que Lord Berry fue relevado de su cargo... deshonrosamente, aparentemente.  Se dice que preparaban un juicio en su contra en Inglaterra por practicas no... aceptables. Con jovencitos. Aparentemente, algunos eran muchachos provenientes de familias de su propio círculo. Por supuesto, no pudo soportar el escándalo y la vergüenza... Después de lo que ocurrió con ese escritor[3], su condena era segura. Dicen que Lady Berry perdió la cordura y gritaba el nombre del amo Yukishiro cuando la subieron al barco de regreso a Inglaterra...

 

Asiyah se había puesto inusualmente pálida. No comprendía porque las cosas habían llegado a aquel punto. Enishi le había asegurado que todo había quedado resuelto satisfactoriamente con los Berry. Era imposible pensar que el inglés se hubiese negado a devolver el dinero... Con certeza conocía las consecuencias de tal acto, y nadie en su sano juicio que conociera a Enishi y de lo que era capaz de hacer, hubiera pensado que éste sólo alardeaba.

 

Un sabor amargo se instaló en su boca.

Necesitaba respuestas. A la brevedad.

 

Ordenó a Mei Lin que dejara su regalo sobre el escritorio de Enishi en su cuarto de trabajo. Sabía que últimamente revisaba informes hasta tarde, ansioso por recibir noticias del Japón, y que por lo tanto, pasaría un rato allí después de la cena. Quería que encontrara la sorpresa en aquel lugar. Y sin dudas que aprovecharía la oportunidad, ya que no dudaba que él se relajaría lo suficiente como para permitirle inquirir sobre lo ocurrido con los británicos.

Así, después de la cena, lo siguió a su despacho.

 

-         ¿Tú sabes qué es esto?- preguntó curioso, dando vueltas alrededor del paquete sobre su escritorio.

-         Es tu regalo... de cumpleaños...

-         ¿Q-qué?

 

Él estaba genuinamente sorprendido. Jamás recordaba la fecha hasta  que ya habían pasado varias semanas.

 

Tal vez porque nunca en su vida la había festejado.

Tal vez, pensó con una punzada de dolor, a causa del remordimiento.

 

Su madre había muerto poco tiempo después del alumbramiento, y aunque el evento no sucedió en la fecha exacta de su arribo al mundo, el darlo a luz había sido la causa directa de su fallecimiento. Por eso, la ocasión nunca había sido recordada festivamente, ni siquiera por Tomoe.

Y nunca, jamás, había recibido un presente por la ocasión.

Frunció el ceño.

No sabía como reaccionar.

En primer lugar, era evidente que ella se había tomado el cuidado de escoger algo para él. Seguramente ese era el motivo de la salida de aquella tarde al Bund.

En segundo, estaba la cuestión de cómo Asiyah se había enterado del evento. En definitiva, sólo él conocía la fecha exacta.

A menos que...

 

-         ¿Tomoe?- preguntó casi en un susurro

-         No. Un sueño.

-         Oh...

 

Eso era aún más complicado... De acuerdo a la propia Asiyah, no había tenido nunca aquella clase de sueños hasta después de haberse convertido efectivamente en su pareja. Y habían probado tener generalmente un motivo ulterior.

Aunque más no fuera por precaución, aún experimentando una sensación punzante y agridulce de satisfacción por la atención que ella le dispensaba mezclada con el dolor y remordimiento por la pérdida de su familia y la madre que nunca conoció, decidió aceptar el momento con gratitud. Aun no deseando recordar el primer evento trágico de su vida, no quería desairarla.

Con sumo cuidado abrió el paquete, encontrándose con diez lujosos tomos de... ¿una historia para niños? Arqueó una ceja inquisitivamente y miró a Asiyah.

 

-         Ah, pensé que te sería útil revisar este texto... Encontrarás muchas historias sobre Yinn o con nosotros incluidos... Y hallarás muchas situaciones... familiares... y otras que podrían ocurrir... Digamos que es para que tengas una idea somera de lo que quizás te encuentres... Por supuesto, hay muchas fantasías, pero en general todo tiene raíces en la realidad. Como te dije una vez, si algo te confunde con preguntar nada pierdes...

 

En un gesto que nunca le había visto ejecutar antes, Enishi se inclinó ceremoniosamente ante ella como gesto de gratitud, haciéndola estremecer, confundida.

Nunca había esperado que tomara la ocasión con tanta solemnidad.

Aunque nunca había querido hablar al respecto, Asiyah sabía que él se sentía culpable por la muerte de su madre, en parte debido a que su padre había instilado la noción en él y ese hecho seguramente era lo que oscurecía el momento.

 

Definitivamente, las cosas no estaban saliendo como esperaba.

 

-         Gracias.- dijo él simplemente, hablando en una voz tan baja que era casi inaudible, mientras pasaba su mano por el lomo de los libros- Seguiré tu consejo.

-         Tal vez no debí...

-         Oh, no, no... De veras aprecio el gesto... Es sólo que... me tomaste por sorpresa...

 

Enishi se había puesto detrás de ella y la abrazó, apoyando su mentón sobre su cabeza. Ella aprovechó el momento de relax para abordar el tema que rondaba por su cabeza desde el encuentro con Lady Milton.

 

-         Enishi... Necesito saber algo...

-         ¿Mmmm? ¿De que se trata?

-         ¿Qué sucedió con el arreglo que hiciste con Lord Berry?

-         Ah... eso...

 

Enishi se tensó instantáneamente a la mención del nombre. Sabía que era solo cuestión de tiempo el que ella se enterara...

 

-         Sí. Eso. Creí que habías asegurado que todo estaba arreglado.

-         Y así fue.

-         Simplemente, no entiendo como el inglés fue tan estúpido como para negarse a devolver el dinero.

-         No lo hizo. De hecho, cuando supo la clase de  información que poseía sobre él suplicó para que aceptara la suma completa... e incluso me ofreció una generosa cantidad extra. Pero no la acepté

-         ¿Qué? Entonces... ¿por qué...?- Asiyah lo miró confundida.

-         Necesitaban una lección. Todos esos estúpidos europeos. No pueden venir a nuestras tierras, tratarnos como basura delante de nuestros propios ojos y esperar  que lo toleremos. Ahora conocen cuales son los límites de mi paciencia, y que no es sabio tentarlos.

 

Asiyah recordó la última visita a la casa del extinto cónsul y como Lady Berry  la había convertido en el blanco de la humillación y su desprecio delante de la colonia de europeos presentes.

Se habían sentado frente a frente, con el escritorio de por medio. Ella levantó la mirada y la clavó en la de él.

 

-         Lo hiciste por lo que la bruja dijo de mí... - había un tinte de incredulidad y horror en su voz- Las palabras son solo palabras... Y no me afectan. Sobre todo si vienen de humanos... No debiste... no debiste...

-         Lo hecho, hecho está. Y no me importa decir que el precio pagado valió la pena.

-         Sabes que no tengo escrúpulos a la hora de acabar con alguien, pero sólo si es necesario, si es una amenaza o un obstáculo.

-         Es cierto que lo hice por lo que dijo esa mujer de ti. Pero no sólo por eso. La situación solo disparó algo que hacía demasiado tiempo que estaba encerrado dentro mío. Así que, no te sientas culpable. Y recuerda lo que dije al principio, fue una lección, y no por venganza... exclusivamente.  Ahora cuéntame, ¿cómo lo supiste?

-         Si te lo digo, querrás dar otro ejemplo.

-         Lo sabré de todos modos... Pero no te preocupes, dar demasiados... ejemplos a la vez podría ser... contraproducente. Por esta vez, cerraré los ojos... 

-         Prefiero no ser la culpable de lo que hagas con la información. De todas maneras, no tendrás demasiados problemas en averiguar lo sucedido.

 

Ella se levantó para irse, cuando la mano de él presionando sobre su hombro la hizo volver a su asiento. Enishi se apoyó contra el escritorio y la miraba desde arriba.

 

-         Cuando termine con Battousai, nos casaremos. Seguiremos la costumbre y será en una ceremonia Shinto tradicional, en el templo donde mi familia lo ha hecho por generaciones en Edo, porque Edo nunca será Tokio para mí. Y cuando regresemos aquí, si aún deseamos quedarnos, lo haremos delante de los magistrados locales. Y nunca más podrán insultarte.

-         Oh, caramba... Has calculado y planificado todo... Sólo que se te olvidó preguntar mi opinión... – Asiyah estaba totalmente shockeada

-         Supongo que si vamos a pasar juntos los próximos seiscientos o setecientos años, en algún punto deberemos hacerlo. Creo que cuanto antes sea, mejor.

-         Desde el momento en que me vieron a tu lado en aquella recepción y acepté pasar la noche en tu casa, aún cuando nada sucedía entre nosotros, me he hecho acreedora de la peor reputación que una mujer pueda tener. Siempre supe cual era el precio social. Y lo acepté. Nunca me libraré de las miradas, los susurros, los comentarios o el desprecio.  Nada va a cambiar eso ahora. Mucho menos un papel o una ceremonia. No me interesa lo que la gente piense, y nunca me interesó en primer lugar. Ni lo que dice tu gente ni la mía. De lo contrario, simplemente hubiera obedecido y te hubiese dejado morir en el desierto. Lo único que cuenta es lo que sucede entre los dos. Tú sabes que has sido y serás el único, no importa lo que los demás conjeturen sobre mí. Y quiero suponer que significo algo para ti, sobre todo después de lo que acabas de decir, que espero este basado en lo que sientes por mí y no simplemente en la relación que estamos destinados a tener. Ahora, si para ti una ceremonia es importante, bien, la aceptaré. Pero sólo cuando estés seguro de que lo haces por algo más que por las opiniones ajenas sobre nosotros.

-         ¿ Estas rechazándome?- su tono era una mezcla de confusión, orgullo herido y sorpresa- Cualquier otra mujer estaría en éxtasis después de recibir una propuesta matrimonial... especialmente considerando, como tu señalaste, que no tengo necesidad de hacerla.

-         En primer lugar, creo que deberías recordar que no soy cualquier mujer, empezando por el hecho de que ni siquiera soy humana... En segundo lugar, no rechacé tu propuesta. Y justamente el punto es que si no tienes necesidad de hacerla, deberías estar seguro de que la haces más allá de los formalismos que tú mismo invocas.

-         Bien, creo que por el momento dejaremos esta charla. Aún falta algún tiempo hasta que definamos cuando viajaremos a Japón. Luego, esta el asunto con Battousai. Cuando eso concluya, nos sentaremos a hablar del asunto calmadamente.

-         De acuerdo.- ella tomó su mano y la llevó a sus labios, en un tierno gesto conciliador, consiguiendo arrancarle una sonrisa.- Te esperaré en la habitación. No te quedes hasta muy tarde.

-         Iré en un momento, no te preocupes.

 

Enishi quedó a solas con sus pensamientos.

 

<“¡Mierda!”>

 

¿Por qué ella no podía ser más simple y por una vez aceptar las cosas sin cuestionar las razones?

 

< ...Y quiero suponer que significo algo para ti... >

 

Las palabras de ella aun resonaban en su cabeza.

 

<¡Demonios! ¡Claro que significas algo para mí! Ya deberías saberlo... > pensó para sus adentros.

 

Pero si ella esperaba de él una romántica declaración de amor...

Sacudió la cabeza.

En primer lugar, él no era ese tipo de hombres.

En segundo, y aún mucho más importante, si bien sabía que ella era especial, que era inapreciable para él y que nunca había sentido algo así por nadie, a excepción de su hermana, no se imaginaba a sí mismo como enamorado de alguien.

Pero, se dijo, tampoco tenía medida como para juzgar esa clase de sentimientos. Después de todo, Asiyah era la primera que...

 

Subió lentamente la escalera.

 

<No >.

 

La luz tenue de la lámpara echaba sombras fantasmagóricas contra las paredes de su habitación.

 

<De ninguna manera. >

 

Asiyah estaba placidamente dormida, con un libro abierto sobre su regazo. Sus mejillas lucían un leve tinte sonrosado. El rojo cabello, desparramado sobre la almohada formaba un casi neblinoso, irreal marco flamígero sobre su delicado rostro relajado. Alargó una mano y rozó su piel.

Ella era tan suave...

Tan exquisita... un remanso de paz entre tanta tragedia, tanto dolor...

 

<No. >

 

Sacudió la cabeza en un silencioso gesto de negación. No estaba enamorado.

 

<¿O sí?>

 

 

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[1] El Bund era (y es) el principal centro comercial y social de Shanghai, y se halla en lo que se conocía en el siglo XIX como el Asentamiento (the Settlement) , es decir, la porción de la ciudad donde vivían los europeos y extranjeros en general.

[2]  El tema central del libro es la obsesión del Capitán Ahab por la venganza y como puede destruir tanto al que la lleva adelante como a todos a sus alrededor, como de hecho sucede en la historia, ya que tanto Ahab como toda su tripulación, excepto el narrador de la historia, Ismael, perecen y el Pequod, su barco es completamente destruido.

[3] Oscar Wilde